El cristal de Murano proviene de una pequeña isla que se encuentra de frente a Venecia y donde se hace un tipo de vidrio soplado desde el siglo X, aunque los ejemplares más antiguos que se conservan son del siglo XV. En un principio este arte se desarrollaba también en Venecia pero por un decreto de 1291 el Duce los recluye en la isla de Murano, evitando así posibles incendios en el casco de Venecia como consecuencia de algún percance con los hornos de producción del vidrio. Los artesanos de Murano se volvieron indispensables para la República de Venecia que había logrado gracias al comercio de vidrio, una industria floreciente. Así estos artistas del cristal estaban semiconfinados en su isla y amenazados por la ley si divulgaban sus conocimientos o abrían un taller más allá de la laguna de Venecia, con penas que incluían el cortarles las manos. A cambio los artesanos vidrieros de Murano tenían una serie de privilegios que les convertía en una élite, por ejemplo podían figurar